Conceptos básicos para comprender el Modelo Estratégico


«El verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en tener ojos nuevos»

M. Proust

Para comenzar, debemos partir de la base de que el modelo Estratégico no se centra en la búsqueda de las causas del problema, sino en cómo funciona y cómo se puede cambiar la situación.  Esto, debido a que la mayoría de los problemas se construyen y se mantienen a partir de nuestros intentos de solución. El modelo Estratégico por su parte, se ocupa de ayudar a la persona a descubrir nuevas perspectivas más elásticas que le permitan actuar de manera más eficaz. Como lo dice Giorgio Nardone, el trabajo del estratégico se enfoca no sobre el porqué existe un problema, sino sobre cómo funciona y especialmente sobre qué hacer para resolverlo, guiando a la persona a cambiar no sólo sus comportamientos, sino el modo como percibe la realidad. Un ejemplo de esto puede ser el caso de la madre que no consigue que su hijo haga los deberes escolares de cada día. Al preguntarle, qué hace para resolver la situación, la madre comenta que ha recurrido a castigos, reclamos y hasta recriminaciones. Se continúa indagando y al preguntarle si esto alguna vez ha funcionado para conseguir su objetivo, ella responde que no. Así, aunque parezca obvio, la madre hasta el momento no había conseguido ver que todo lo que hace no sólo no mejora la situación, sino que poco a poco la empeora.

El concepto de soluciones intentadas fue utilizado por primera vez por el grupo de Palo Alto y se basa en todas las acciones que cada uno de nosotros pone en práctica para resolver un problema.  Como bien lo decía Watzlawick, las personas tienden a hacer más de lo mismo para intentar resolver sus problemas, pero lo que no se tiene en cuenta es que “más de lo mismo, nos lleva a los mismos resultados”. Muchos problemas para su solución, sólo requieren de una intervención a este nivel. Bloqueando todas las soluciones que hasta el momento se han puesto en marcha, obtendremos un resultado diferente de aquel que se había conseguido  hasta ahora. Para ilustrar mejor todo esto, vamos a relatar la historia de la llave perdida. Un borracho está buscando con afán bajo un farol. Se acerca un policía y le pregunta que ha perdido. El hombre responde: “mi llave”. Ahora son dos los que buscan. Al fin, el policía pregunta al hombre si está seguro de haber perdido la llave precisamente allí. Éste responde: “no, aquí, no, sino allí detrás, pero está demasiado oscuro”. El ejemplo se basa en como las personas tienden a aferrarse a unas adaptaciones o soluciones que alguna vez fueron suficientes, eficaces o quizás las únicas posibles. Pero como bien lo decía Watzlawick, “el problema de toda adaptación a unas circunstancias determinadas, no es otro, que éstas cambian”.

La necesidad vital de adaptarse, conduce inevitablemente a la formación de unos modelos de conducta que tienen como objetivo conseguir una supervivencia lo más eficaz y libre de dolor posible. Sin embargo, por motivos todavía inexplicables para los investigadores de la conducta, los seres humanos tienden a conservar estas adaptaciones, (funcionales en determinado contexto) como sí fueran las únicas posibles. Esto conlleva una doble confusión. Por una parte, con el paso del tiempo la adaptación requerida deja de ser la mejor posible. Por otra parte, esta adaptación comprendía un conjunto de soluciones distintas. Así mismo, esta confusión produce dos consecuencias importantes. La primera, la solución intentada se convierte progresivamente en más ineficaz y la situación  en más difícil y la segunda, al no obtener resultados positivos, las personas creen que todavía no han hecho bastante y continúan haciendo más de lo mismo.

El modelo Estratégico parte de una base constructivista, que se refiere a la imposibilidad de tener un conocimiento “objetivo” y “absoluto” de la realidad. Cualquier conocimiento del mundo externo está mediado por nuestro sistema sensorial y cognitivo. Por lo tanto, el “cómo” y el “por qué” conocemos, influye en lo que conocemos.

De esta forma, se puede decir que no hay una sola realidad, sino tantas realidades como puntos de observación y observadores. Esto significa que desde esta perspectiva, se rechaza cualquier idea absolutista respecto al individuo y su comportamiento. Por lo tanto, el modelo Estratégico se ocupa de la relación que tiene la persona con sí misma, con los demás y con el mundo. Aquí es relevante mencionar el concepto de realidad de primer orden y realidad de segundo orden de Paul Watzlawick, donde la primera se refiere a las características físicas de las cosas, mientras que la segunda se refiere al significado que le damos a aquellas cosas. De esta forma, el modelo se centra en la realidad de segundo orden, ya que es la que construimos cada día, son los significados que atribuimos a las cosas. Como bien decía Pessoa, “las cosas son solamente lo que nosotros pensamos de ellas”.

De todo lo dicho, resulta evidente que en el momento en que estamos llamados a intervenir sobre cualquier situación, ya sea una dificultad o un problema que incapacite, no podemos detenernos en la realidad de primer orden sino que necesariamente tenemos que hacer referencia a la de segundo orden. En lo específico, Nardone, Watzlawick y Weakland se refieren a lo que han definido como sistema perceptivo-reactivo, donde se  indica la modalidad redundante a través de la cual un determinado individuo percibe, y en consecuencia, reacciona a la propia relación consigo mismo, con los demás y con el mundo. Éste es un concepto fundamental, en cuanto abandonada la ilusión positivista y determinista de poder conocer la realidad de forma objetiva y nos permite elaborar la intervención más funcional en una determinada situación, basada no tanto sobre una teoría a priori, sino más bien sobre los objetivos a alcanzar. Ya Kant decía, “de las cosas, a priori, solamente conocemos aquello que nosotros mismos admitimos”.

La ilusión de un conocimiento puro de la realidad se deriva simplemente de la necesidad y de la habilidad de los seres humanos para encontrar explicaciones de las cosas del mundo que son inexplicables y de creerlas y hacerlas verdaderas al tener la necesidad de seguridad y confirmación. Nietzsche ya lo expresaba, “cuando no se tiene ninguna explicación, se escoge una que sabemos es falsa, pero nos comportamos cómo si fuera verdadera porque nos da seguridad.”

En términos operativos, estas consideraciones se traducen a la aplicación de una modalidad de investigación a través de la cual se ponen a punto protocolos específicos de tratamiento. Éstos, son dirigidos ya sea al ámbito clínico como al contexto organizativo. La “investigación-intervención” es una particular metodología experimental que se pone en marcha a partir del presupuesto de que para conocer el funcionamiento de un problema, es necesario introducir un cambio. Kurt Lewin, en el ámbito de la psicología social, la definió como investigación–acción o la metodología que estudia el fenómeno sobre el terreno modificando los eventos de forma empírica y experimental, y observando los efectos de los cambios aportados. El modo en que la persona, el sistema o la organización responderán a ellos, nos revelará el anterior funcionamiento del fenómeno mismo. En otras palabras, un problema se conoce a través de su solución, por lo tanto, no es el tipo de problema el que nos va a decir la solución adecuada “conocer para cambiar”, sino el tipo de solución determinada, que va a explicar cómo funcionaba, es decir, “cambiar para conocer”.

Por otra parte, el instrumento fundamental del enfoque estratégico es la utilización deliberada y consciente de la comunicación persuasiva, vehículo principal para producir cambios y efectos positivos en la realidad en la que se está interviniendo. Como bien decía  Epicuro, “No es necesario violentar la naturaleza sino persuadirla”. La evolución de la terapia estratégica avanzada, gira alrededor de la primera sesión y de la utilización del diálogo estratégico. La primera sesión, acarrea una importancia fundamental, ya que no se limita a conocer el problema que trae el paciente. Adicionalmente, se comienza a intervenir por medio de una entrevista semiestructurada que se basa en el diálogo estratégico.

Dentro del diálogo estratégico se establece un tipo de lenguaje determinado, se construye una relación terapéutica basada en las necesidades del paciente y se utiliza una lógica de intervención según el problema del cual se habla. Al adoptar el diálogo estratégico como instrumento de intervención, el terapeuta aparentemente asume una posición one down, en la cual a través de las preguntas de doble alternativa, las paráfrasis, las imágenes evocativas, el resumir para redefinir y las prescripciones, el paciente descubrirá nuevas sensaciones, pensando que lo ha hecho por sí mismo. Para inducir cambios es necesario guiar a la persona no a “entender” de modo diferente sino a “sentir” de manera diferente. Por esto, desde la óptica estratégica, resulta fundamental utilizar un lenguaje evocativo, parte de los instrumentos del diálogo estratégico, en el cual, por medio de metáforas, aforismos, anécdotas, narraciones, etc., se consigue activar el efecto emocional adecuado para alcanzar el objetivo. Así, se crea aversión hacia aquello que se desea que la persona deje de hacer (soluciones intentadas) y se crea exaltación hacia aquello que se desea que la persona realice.

Para finalizar este recorrido por los conceptos básicos del modelo estratégico, quisiera citar la premisa que utilizaba Sherlock Holmes, excéntrico personaje creado por Doyle, en su trabajo investigativo, la cual, remarca muy bien el pensamiento estratégico. “La cosa más importante es saber distinguir, entre un cúmulo de hechos, aquellos que son accidentales y aquellos que, por el contrario, son esenciales; en caso contrario, nuestra energía y nuestra atención se malgastan en vano, en lugar de concentrarse”.

Laura García Beltrán

Barcelona, 2010

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