“¿Qué tal está tu interior?”, “¿Cómo te sientes contigo mismo?” Son de esas preguntas incomodas que evitamos hacer, incluso en algunas situaciones preferimos “no saber”. Pero no por eso deja de ser tan importante. No es responsabilidad de nadie hacerte esta pregunta. Es un asunto propio. Un dialogo interno, íntimo y necesario para trabajarnos a nosotros mismos. Tampoco se trata de perdernos en nuestra propia complejidad y vivir teorizando cada pensamiento y sensación que tenemos. Como bien dice Nardone, todo lo bueno llevado al extremo, se convierte en un defecto.
Entonces ¿de qué se trata? ¿Cómo puedo auto cuidarme y trabajar en lo que no va bien de mí mismo, sin caer en la autocompasión o perderme en mi propia complejidad? Desde el modelo Estratégico se trabaja con los 3 tipos de relaciones que tenemos: el yo-yo, yo-los demás (pareja, hijos, amigos, jefes, compañeros de trabajo) y el yo-mi contexto/sociedad. Cada una de las dimensiones es igual de importante, aunque nuestra voz interna, (yo-conmigo mismo) es la que marca el estilo de relaciones que tendremos con el exterior. Las tres dimensiones están interconectadas, ya que mi contexto, la cultura en la que me desarrollo influye indirectamente en las relaciones que construyo.
Por otra parte, están las 4 emociones de base: dolor, rabia, tristeza y placer. Cada uno de nosotros en la dimensión de yo-yo, tiene una o dos emociones predominantes. No es que sólo sienta esta o la otra. Es la emoción principal a través de la cual me relaciono con el mundo. Un ejemplo puede ser la persona de perfil obsesivo. Una persona exigente consigo misma y con el mundo. Le cuesta tolerar la frustración y reaccionar cuando algo se sale de sus planes. Generalmente estas personas ocupan altos cargos directivos en empresas jerárquicas. Tienen éxito en lo que se proponen, pero les cuesta más a nivel de relacional. Cuando las personas no están a su mismo nivel de exigencia o no están a la altura de la situación (según su parámetro personal), entonces experimentan frustración y RABIA. Son aquellas personas que parecen insatisfechas vitalmente a pesar de que lo tienen todo a ojos de los demás. Dicho de forma coloquial, “tienen la piel muy fina”. Es la búsqueda de la excelencia que llevada al extremo en vez de mejorar la capacidad personal, deteriora las relaciones y el desempeño.
Otro ejemplo podría ser la persona de perfil fóbico. Una persona que experimenta MIEDO permanente. Pide ayuda constantemente porque se siente incapaz de hacerlo por sí mismo y tiende a evitar las situaciones que le exponen al “peligro”. Sin embargo, el pedir ayuda incrementa su sensación de incapacidad. Así que es un pez que se muerde la cola: me siento incapaz, evito y pido ayuda, me siento protegido y cuidado; pero al mismo tiempo sigo sintiendo la misma incapacidad de hacerlo solo. Con lo cual el miedo aumenta y el círculo vuelve a empezar. Generalmente las relaciones en este perfil están marcadas por la sobre protección y el paternalismo. Para gestionar el miedo de forma sana, se debe mirar a la cara y enfrentar en primera persona. El miedo que se evita se convierte en pánico, el miedo que se mira a la cara se convierte en coraje. Este tipo de relación insana se observa con frecuencia en parejas, en las cuales uno de los dos ocupa el rol del “salvador” y el otro del “incapaz”. Es una dinámica compleja, ya que precisamente, uno de los deberes de la pareja es el de cuidar del otro. Pero como ya se ha dicho, una cosa es cuidar y otra es ser responsable del otro. Nadie puede sustituirnos en la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos.
Otro de los perfiles es el de la persona que no ha conseguido cerrar algún capitulo o algunos capítulos de su pasado. Vive a través del DOLOR. Son personas que tienen un pie en el presente y otro en el pasado. Les cuesta mucho tomar decisiones y construir el futuro. Son dubitativas y se preguntan continuamente: Cómo habría sido la situación sí… Resulta lógico si se observa la dinámica en la que están inmersas. Cuando hay algo del pasado que me tira hacia atrás permanentemente, me siento en un limbo. Quiero moverme hacia adelante pero hay algo que no me deja. Los recuerdos de situaciones traumáticas que no se han podido canalizar de forma sana, se manifiestan de diferentes formas: algunos son como una película que se reproduce en mi cabeza constantemente y yo soy el espectador. Otros aparecen en forma de preguntas sin ninguna respuesta posible que bloquean mi actuación, mi capacidad de decisión. En estos casos, desde el modelo Estratégico se trabaja con una herramienta terapéutica muy poderosa: la escritura. Hemingway decía, “escribe inflexible y directo sobre lo que te duele y verás claro entre las tinieblas”. Se necesita valentía para escribir sobre lo que nos duele. Sin embargo, el alivio y bienestar es casi mágico.
Por último, no quiero dejar de hablar del PLACER. La relación que tenemos con los diferentes tipos de placer que un ser humano puede experimentar, varía de una persona a otra. Depende mucho de los modelos educativos en los que hemos crecido y están ligados a nuestros sentidos y la manera como nos relacionamos con ellos. El placer es el motor que mueve todo en nuestra vida. Algunas personas necesitan aprender a gestionarlo para que no les gestione a ellos. Un ejemplo claro de esto sería la relación que tenemos con la comida. El opuesto y que se ve con frecuencia en mi consulta, es la gran dificultad de vivir la vida a través del placer y no del deber. Personas disciplinadas y con mucha capacidad de “sacrificio” que consiguen todo lo que se proponen y aun así no se sienten satisfechas. Al preguntarles por los placeres de su vida, algunas no saben muy bien qué contestar. Otras disfrazan deberes como placeres. Ayudar a construir el placer de vivir, es una de las tareas que más disfruto como terapeuta. Nunca es tarde para empezar a disfrutar de la vida.
Existen numerosos motivos para trabajarse a uno mismo. Siento que más que una motivación, es una responsabilidad personal. Vale la pena recalcar que en las líneas anteriores en ningún momento he hablado de patologías, síntomas o incapacidades. Al contrario, he mencionado perfiles, modelos y estrategias. Creo que es la GRAN diferencia. No hay que tener una patología para querer mejorarse a uno mismo. La vieja frase de: ES QUE YO SOY ASÍ Y NO VOY A CAMBIAR resulta anticuada y poco útil, en un mundo que cada día está más abierto, curioso y exigente. ¿Trabajamos junt@s?